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¿Qué elecciones son estas?
Es todo tan obvio, tan sucio, tan deprimente, que con las fotos basta. Y sobra.
Domingo, 16 de Agosto de 2015

Algunos saben por quién van a votar en estas elecciones. Son los que hemos visto haciendo fila para inscribir sus cédulas en lugares como Soledad, Atlántico, o varios municipios de Sucre. 

Parecen, Dios nos perdone, como mulas de una recua o como corderos entre el redil. No se ve la cara o la actitud de alguien que quiera depositar su voto por quien  lo merezca o por algo que valga la pena. 

Es dolorosamente evidente que concurren a una cita para que les paguen el precio de la prostitución de su alma. Allá van sin voluntad propia, sin entusiasmo, sin convicción, cumpliendo la cita con su cliente. No hace falta investigar nada, ni buscar el billete, ni descubrir la mecánica. 

Es todo tan obvio, tan sucio, tan deprimente, que con las fotos basta. Y sobra.

Así que algunos saben ya por quién van a votar y por cuánto han celebrado su maldito contrato. Los demás, no tienen idea de lo que harán ese día de octubre. Todos los candidatos dicen lo mismo, repitiendo las mismas cansadas promesas. 

Pavimentar unas vías, construir un alcantarillado o alguna escuela y tal vez mejorar el hospital. Es todo igual. Sin cambiar la sustancia ni el tono. Nada. Todo igual.

Si los candidatos andan en esta penosa identidad de miras, los partidos a que pertenecen andan peor. En nuestro programa radial La Hora de la Verdad, nos dimos a la tarea de entrevistar a los jefes de los partidos que supuestamente saldrán ganadores. 

Y como en el cuento de La Perrilla de Marroquín, cosa es de volverse loco, tampoco atrapamos el jabalí.

Ni uno solo de tan distinguidos personajes se ha tomado el trabajo de averiguar si su partido tiene una idea, un programa, un motivo para convencer o entusiasmar. 

Nada. Los partidos se acabaron hace rato y son cadáveres expósitos a la espera de que alguien levante su partida de defunción. Y esa es la causa del desvío, la indiferencia y la antipatía del colombiano medio por los partidos políticos.

En cada pueblo de Colombia, la gente votará por alguien. Porque es simpático el candidato o bonita la niña o porque alguno de sus compañeros al Concejo Municipal es amigo de nuestro elector. 

Nada más. Lo que nos hace vaticinar que si no cambian radicalmente las cosas en estos días, asistiremos a la mayor abstención de todos los tiempos.

Bogotá es un caso típico de esta incapacidad de diferenciación entre los candidatos. Todos van a construir el Metro, todos mejorarán y ampliarán Transmilenio, todos le echarán una mano a las vías y, por supuesto, todos nos darán la seguridad de que carecemos. Prácticamente de la misma manera. ¡Qué falta de imaginación, qué pobreza en los conceptos, qué ausencia de miras, de liderazgo, de propósitos! En Bogotá no hay nada y la cosa se resolverá en una mediocre disputa de personalidades, en un vano torneo de publicidad. Y se supone que ésta, la mayor ciudad de Colombia, se juega literalmente la vida en las urnas.

La crisis no es nueva, ni sorprendente. La “Mesa” de Unidad Nacional no tiene nada qué decir, nada qué proponer, nada qué mostrar. Queda el Centro Democrático, que hasta ahora ha caído en la trampa de sus competidores. Todo se le ha ido en la pobre mecánica de los avales y las alianzas. Ni una palabra lanzada al porvenir. Ni un principio que mueva a nadie. Hasta ahora, es un triste empate con la pobre democracia como gran perdedora. ¡Qué elecciones!

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