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Algo huele mal
En unos casos hubo filtración de informaciones que permitió los magnicidios.
Viernes, 11 de Marzo de 2016

En el principal periódico, El Tiempo, apareció noticia que puso la piel de gallina a más de uno: el viejo y extinto y desprestigiado DAS aparece vinculado con varios de los crímenes que afectaron la nómina de candidatos presidenciales, y que sin querer queriendo, como dice la frase del filósofo Chespirito, cambiaron el rumbo del país del sagrado corazón, como se le decía en otras calendas a la inmortal Colombia, que sigue subsistiendo pese a los innumerables tropiezos que hemos sufrido desde la época en que los conquistadores españoles tuvieron la genial idea de bajarse de sus carabelas para emprender la búsqueda de Eldorado, la tierra donde todo era de oro. Nunca encontraron el lugar.

Hoy hay ilusos que lo siguen buscando inútilmente, pero utilizando armas bien diferentes como la exportación de marihuana o de coca y también el asalto al erario público, o el robo de la comida de los niños wayú, que mueren de hambre en el desierto de La Guajira, a pocos kilómetros de la mayor mina de carbón del mundo. Allí  una vez me confesaron que la comida sobrante en los casinos de la empresa no se regala a los indígenas sino que se arroja a la basura. Eso explicaría, en parte, la causa de la muerte por hambre de muchos niños guajiros.

De acuerdo con las versiones de prensa, el DAS aparece vinculado a los asesinatos de Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Rodrigo Lara y José Antequera, los primeros tres candidatos presidenciales, uno de ellos con grandes posibilidades de ser presidente, un tercero, el ministro que persiguió al cartel de Medellín y el cuarto, uno de los dirigentes de la UP que fueron sistemáticamente asesinados por orden de la extrema derecha.

La relación del DAS con los magnicidios es sencilla y definitiva: en todos los casos aparecen vinculados los escoltas de las conocidas víctimas de la ola criminal que azotó a Colombia.

En unos casos hubo filtración de informaciones que permitió los magnicidios y en otros, extrañísima actitud que allanó el  camino de los sicarios, pues esta es la hora en que no se sabe quién subió al avión el arma que se disparó contra quien había sido el jefe del M19.

Algo se ha conocido acerca de estos cuatro crímenes y de otros como el de Jaime Garzón, quien creyó que en este país hay buen humor. Terrible error que le costó la vida.

Falta por conocer la verdad sobre la muerte de Guillermo Cano, de Jorge Enrique Pulido, de Eustorgio Colmenares y de Jorge Cristo, lo mismo que la de muchos que cayeron durante la absurda guerra vivida en los últimos 60 años.

Entre las víctimas de los sicarios, varios de los cuales eran adolescentes, también están altos oficiales de la policía, que contaban con la peligrosa escolta de agentes del DAS, organismo que sucedió al viejo SIC y a entidades de la hegemonía conservadora, que aparecen vinculadas con la violencia partidista y el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán origen del ‘’Bogotazo’.  

Eso para no mencionar el cumulo de crímenes que narran los libros sobre la época de la violencia, vergüenza nacional.

P.D. El alcalde Enrique Peñalosa le tiene puesto el ojo a la reserva forestal del norte de Bogotá, que piensa convertir en inmensa selva de ladrillos. ¿Qué habrá del metro? por ahora es puro bla, bla. GPT

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