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Z y el docente recreacionista
El fenómeno educativo se convierte en una puesta en escena donde la construcción de conocimiento se debilita y se fortalece la espectacularización, banalizando la información y el saber.
Viernes, 23 de Junio de 2023

El profesor Z despertó una mañana tras un sueño intranquilo y se encontró convertido en un monstruoso insecto en su cama. Aunque parezca una vil copia como recurso literario debido a su imaginación condicionada, es un desvío interpretativo para expresar la metamorfosis de un docente medianamente serio a un docente recreacionista. En ese desasosiego existencial, se preguntaba: ¿se ha cruzado esa línea roja entre los medios y los fines? Es decir, ¿en qué momento mantener la atención del estudiante terminó convirtiéndose en un fin en sí mismo en detrimento de la formación? No sabría decir si ocurrió, si está sucediendo o va a suceder. Solo puede reflexionar sobre el abatimiento que le producen esas embestidas del mundo contemporáneo.

La realidad amplificada del "homo videns" de Sartori, acelerada por la tecnología y caracterizada por la inmediatez, lo fugaz y lo desechable, convierte la labor pedagógica en el aula en un campo de tensión permanente. El docente termina atrapado en una lógica perversa de formación, entreteniendo para captar y mantener la atención a través de malabares didácticos, donde la reflexión crítica y analítica pierde terreno. El fenómeno educativo se convierte en una puesta en escena donde la construcción de conocimiento se debilita y se fortalece la espectacularización, banalizando la información y el saber. Esto hace necesario, según Byung-Chul Han citando a Nietzsche, "la pedagogía del mirar"; hay tres tareas importantes: aprender a mirar, a pensar y a hablar y escribir. “Debemos acostumbrar al ojo a mirar con calma y paciencia, educarlo para una profunda y contemplativa atención”, para una mirada larga y pausada que esté por encima de las pulsiones.

Por otra parte, el abrumador discurso del positivismo tóxico es lesivo en el ámbito educativo, ya que se basa en un "motivacionismo superficial", que es importante pero no suficiente. Se predica como un bálsamo mágico sustentado en envases edulcorantes, palabras simples y soluciones rápidas, mostrando incapacidad para enfrentar el rostro severo de una realidad que busca ser desafiada y confrontada con carácter y conocimiento. Requiere esfuerzo, disciplina y, sobre todo, voluntad, como Mariana Rojas define la capacidad de posponer la recompensa.

Z, quien fue formado en la visión de Vygotsky, la pedagogía de Freire y toda la pedagogía crítica, se encuentra ahora frustrado e impotente. No desconoce los aspectos estructurales de esos cambios sociales que afectan el fenómeno educativo, ni se sitúa en un romanticismo nostálgico de una educación pretérita. Entiende que las disrupciones tecnológicas y culturales deben ser comprendidas e incorporadas. Sin embargo, Z sabe que esos medios son clave, pero no sustituyen a los fines.

En los retos de la educación del siglo XXI, el profesor Zubiria cita a Henri Wallon, quien plantea “que es necesario caracterizar al ser humano en tres dimensiones: cognitiva, afectiva y motora. La primera dimensión está relacionada con el conocimiento, la segunda con el afecto, la sociabilidad y los sentimientos, y la última con la práctica. En términos más sencillos, podríamos decir que el ser humano piensa, ama y actúa”. Z considera que este trípode, sumado al espíritu de la pedagogía del mirar (parafraseando a García Márquez), debe acompañarnos desde la cuna hasta la tumba. Independientemente de los cambios tecnológicos, debemos adaptarnos sin perder rigurosidad y, sobre todo, evitar ese tránsito que asusta a Z: convertirse en un educador recreacionista.

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