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Tribulaciones: El padre que mata sus hijos
 La respuesta se encontraba en el temor de ese padre de perder el poder, que con fiereza busca no ser destronado por sus hijos y acude al filicidio y canibalismo.
Miércoles, 30 de Junio de 2021

La esperanza es paradójica. Tener esperanza significa estar listo en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida. Erich From

Soy un completo ignorante en todo lo relacionado con el arte, pero una pintura en especial me llegaba a la mente y asaltaba en medio de la noche, como complemento de la desazón producida por la barbarie, la abulia y la hipocresía producto del contexto social actual. Ahí proyectaba en mi cabeza aquella serie llamada Pinturas Negras de Francisco Goya donde resaltaba el Saturno Devorando un Hijo. Mis indoctas competencias artísticas no eran una barrera para sentir esa tribulación interna; trataba de precisar aquel tipo de malestar e indignación: ¿por qué esos ojos desorbitados, ese salvajismo en la mordedura sobre la cabeza, una mano que sostiene con potencia un cuerpo adulto (hijo) y unos dedos tiznados de sangre introducidos sin piedad alguna?.  La respuesta se encontraba en el temor de ese padre de perder el poder, que con fiereza busca no ser destronado por sus hijos y acude al filicidio y canibalismo.

La mitología no es una simple narrativa. Representa una forma de comprender todo tipo de sociedad en diferente tiempo y lugar, pero no como una lógica mecánica y repetitiva, sino como un reflejo de los miedos colectivos, de antagonismos, desesperanzas y tragedias, pero también de anhelos y victorias. Lo que ocurre en el país es una versión pálida de la mitología. Cronos devorando a sus hijos - con esa expresión demente goyiana- representa una antropofagia perversa de un padre que engulle sus vástagos, para no seguir perdiendo “poder”, en ese sentido  patriarcal , represivo y fálico, que busca aplastar la revuelta de sus hijos e hijas, que se dividen en dos, en los que, como en los hermanos Karamasov, quieren llegar al parricidio o los que, entusiasmados por la voluntad pacífica, quieren ser escuchados por el padre, del que desconfían pero creen en la posibilidad de generar  consensos.

La fuerza desatada del padre suele ser también una debilidad, que no escucha y se erige en un autoritarismo “dulcificado” con lenguaje democrático, pero en el fondo este padre no reconoce la diferencia y la diversidad, le teme, la reprime y estigmatiza. En ese escenario oscuro cobra sentido el concepto del sobreviviente usado por Elías Canetti, como la figura principal del poder. Se le concibe el más fuerte simplemente porque está vivo y como aquel que ha resistido asumiendo una forma heroica, dice Canneti. Por eso la aversión de los “poderosos” que gobiernan respecto de los supervivientes, ya que se oponen a ese derecho sobre la vida y la muerte que suelen imponer quienes ostentan el poder.

En esa cruda realidad, aun no asistimos a la sobrevivencia absoluta, como tampoco a una aplastante victoria del padre. Estamos en tensiones que cobran vidas, y en una abrumadora incertidumbre. Posiblemente soy preso de esta narrativa mitológica y literaria en esa dinámica caracterizada por la dialéctica entre padre e hijos, entre parricidios y filicidios, esperamos no ser devorados y aplastados por el kraken de la brutalidad, porque parece que Perseo se demora, ya que no encuentra la medusa y mucho menos al Pegaso. Pero no pierdo la esperanza, como diría un pensador, ya que es el único bien común a todos los hombres; incluso los que todo lo han perdido la poseen aún.

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