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Una enorme responsabilidad

Se necesita con urgencia la intervención de la Procuraduría.

Pasada la emoción de presenciar el desfile ordenado de guerrilleros y guerrilleras hacia los campamentos en donde se están concentrando confiadamente, es inquietante escuchar que la capacidad de respuesta de las entidades oficiales para atender y proteger a este grupo de personas está entre inadecuada e inoperante.

Y muy preocupante que los habitantes de las zonas que han dejado los guerrilleros se quejen de que las están ocupando bandas criminales o paramilitares, hechos que no reconoce el Ministerio de Defensa, como tampoco admite que el asesinato de 40 líderes comunales desde el plebiscito que reporta el diario El Colombiano sea atribuible a un plan. ¡Matan un líder cada tres días!

Es inexplicable que la Fuerza Pública permita que el territorio que las Farc han abandonado para cumplir con el acuerdo sea ocupado por grupos armados ilegales, como denunciaron el viernes en CM& habitantes de Norte de Santander.

Es algo por lo que deben responder los altos mandos y que exige con urgencia la intervención de la Procuraduría y de la autoridad civil porque no corresponde a la doctrina vigente del Ejército Nacional ni a lo que se espera en materia de seguridad en el postconflicto.

Francamente desafía la razón que después de haber sostenido una guerra interna durante más de 50 años y de haber gastado más de tres años para acordar la paz le dejen el territorio a otros grupos armados que van a repetir la historia con mayores niveles de barbarie y de abuso de la población civil.

No es concebible que esto esté sucediendo y crea una gran incertidumbre sobre la seguridad de esas regiones y la protección de los guerrilleros que cumplen con los acuerdos.

La sociedad civil colombiana no puede hacer la vista gorda frente a estos hechos y esas preocupaciones, y no intervenir para prevenir una gran tragedia o el fracaso estruendoso de un propósito gubernamental que contó con la voluntad política para llegar a donde estamos pero que no parece contar con la misma fuerza para seguir adelante.

Esa fuerza debe provenir ahora de un público consciente que presione e impida abandonar el proyecto de paz.

Lo primero que se necesita es que la gente, especialmente la clase dirigente, se dé cuenta de que esta es una de esas situaciones críticas en la historia de un país en las que no se puede tomar el rumbo equivocado.

Lo que se oye, que no es alentador, es que a la paz hay que ‘chulearla’, que ya todo el mundo está aburrido con el tema, y “que hay que pasar la página”.  

Esa podría ser la posición de uno de esos señores del Jockey que pinta Antonio Caballero que fueron los que con esas actitudes  dejaron, whisky en mano, que ocurriera la tragedia que nos ha consumido durante más de medio siglo.

Los guerrilleros y guerrilleras rasos de las Farc nos están dando una lección de vida, confianza y de esperanza en el futuro que exige una enorme responsabilidad de la sociedad civil. Tenemos que organizar veedurías ciudadanas, movimientos de opinión, activismo político para obligar a los dirigentes a actuar con responsabilidad y evitar que caigan en la tentación de volver a ‘poner conejo’.

La paz es una página que hay que dejar abierta hasta que se cumpla lo acordado y se pacifique el país. (Colprensa) 

Sábado, 11 de Febrero de 2017
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