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Trump-esa
El mundo que hoy vivimos responde a la arquitectura geopolítica que siguió a la Segunda Guerra Mundial, con un mundo eurocentrista e ideologizado.
Viernes, 3 de Febrero de 2017

La llegada a la Casa Blanca del ahora presidente Trump y la celeridad en la puesta en marcha de varias de las promesas de campaña, que muchos dijeron se moderarían como presidente, han convertido al “hombre naranja” en un verdadero megaterremoto mundial que muchos quieren simplemente enfrentar. No me voy a detener en lo bueno, lo malo y lo feo que puede venir con Trump, sino que voy a tratar su Presidencia como se hace en las valoraciones de riesgo, que se define como las vulnerabilidades que descubre una amenaza dada, como un terremoto. Cada evento catastrófico natural destapa profundas debilidades que no se atendieron con la debida oportunidad. A nivel mundial eso pasa con Trump, que básicamente está volviendo a las fuentes del Estado americano: la libertad individual muy por encima de un Estado cada vez más omnipresente, la religión como base ética de su desarrollo, el aislacionismo, y claro, varios de sus lastres como la supremacía blanca y el puritanismo religioso.

El mundo que hoy vivimos responde a la arquitectura geopolítica que siguió a la Segunda Guerra Mundial, con un mundo eurocentrista e ideologizado. La sociedad del bienestar de corte socialdemócrata, el multilateralismo como amortiguador de una bipolaridad de potencias nucleares, la búsqueda del pleno empleo, el fin del colonialismo y el patrón dólar como base monetaria mundial respondieron a una realidad que se fue desbaratando durante la guerra fría y la post-guerra fría. El fin de la Unión Soviética y sus satélites de Europa oriental fue el hecho final del fracaso de la sociedad económica basada en la producción centralizada. Hoy quedan resquicios de esa época: Norcorea, Albania, Cuba, Venezuela y las guerrillas colombianas, que han logrado que el Estado colombiano les hablé el lenguaje extinto de la Guerra Fría. El patrón dólar dio nacimiento a entes como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que agotaron su capacidad de cambio, no sin antes producir varias quiebras nacionales. Los acuerdos
monetarios de Bretton Woods murieron en manos de la inflación, que llevó al modelo monetario de los bancos centrales concentrados en el control en la misma (neoliberalismo), que ha mostrado su ineficacia como lo muestra el hecho que las crisis monetarias ahora son más continuas y más agudas, apareciendo el nuevo fantasma de la estanflación: inflación sin crecimiento. Se suponía que el papel de los bancos centrales era bajar el crecimiento ante el aumento de la inflación; ahora sube la inflación y baja el crecimiento y no hay respuesta. La globalización montada sobre este modelo no ha sido la panacea que se pintó tras la caída del bloque soviético. El neonacionalismo de Trump es solo un reflejo de una clase media desesperada. Los “Indignados” europeos responden a una recesión que va a alcanzar la década en el viejo continente, que acabó la tan querida sociedad de bienestar surgida ante la coyuntura de una población joven, pues los adultos se diezmaron en el conflicto y un modelo económico de pleno empleo. Los
jóvenes europeos hoy se enfrentan a que su futuro será peor que el de sus padres y abuelos, sin contar con que el eurocentrismo, el mundo girando alrededor de Europa, también está muriendo. Hoy el Asia es más importante que Europa y no lo quieren aceptar. Francia es el mejor ejemplo: en la medida que más pierde preponderancia, en esa misma medida defiende el eurocentrismo como la única realidad. De lo mismo se impregna el multilateralismo, al que hoy se acusa de ser una burocracia costosa y de base europea.

El modelo surgido del fin de la Segunda Guerra Mundial es hoy un cadáver insepulto y no se tiene idea de cómo hacer uno nuevo, ante la resistencia del cambio de varios perdedores como Europa y el sistema financiero internacional monetarizado. Trump tampoco sabe qué hacer, lo que hace es llevar las cosas a su máxima tensión; pero como lo hace en nombre de la primera potencia mundial, es grave. Y no quiere que lo ambiental se use como arma para mantener realidades que ya no son válidas. No calificó eso, solo lo registro como un hecho ante el fundamentalismo ambiental, que cuenta con el traslado masivo de fundamentalistas de izquierda; mucho socialista, pero no liberales.

Hoy, ante el cambio climático, el mayor evento catastrófico en ciernes, se pide contención y mitigación. ¿Ante el mayor evento político del siglo XXI que se piensa hacer hacia adelante: ¿Contención, Mitigación, Renegociación, Nuevo Modelo? Esa es la gran incógnita que hoy no tiene respuesta. Que no debe ser en todo caso volver atrás en la historia, como hicimos en Colombia con ese regreso a la Guerra Fría y los lamentos ante la muerte del último dinosaurio, Fidel Castro. Por estas decisiones América Latina está detrás de Norteamérica, Asia, Europa y Oceanía. Quedamos como los coleros del desarrollo con África, aunque en el continente negro hay movimiento hacia adelante. El gringo feo destapó un mundo en desequilibrio, que se hallaba en un cómodo mamertismo. Son tiempos para pensar y decidir cómo ir hacia adelante en la historia.

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