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Soberanía individual
Meditar no sólo es de sabios: los comunes y corrientes podemos perseverar en la reflexión.
Domingo, 27 de Noviembre de 2016

Pensamos más en ganar el mundo que en comprender la razón de ser de la existencia, e intentamos desconocer que, la vida, es sólo un efímero paso por el tiempo y que, si no inventamos una forma de acrecentar el valor del ser humano, caeremos en un vacío que la vuelve cada vez más monótona, alrededor de cosas que no constituyen la verdad personal.

Pero la sabiduría estará siempre sentada en el umbral de los sentimientos, esperando la sensatez que supere los apegos personales, en ese dilema entre la importancia de las cosas, las personas y las emociones limpias de la intimidad.

Si se abren las ventanas del alma, surge el sentimiento natural, el que puede desplegar la libertad de gozar las impresiones bonitas, a las que hay que dejar entrar, para sentir la percepción maravillosa que producen las ilusiones y la armonía que se da al operar la válvula de la ternura.

Meditar no sólo es de sabios: los comunes y corrientes podemos perseverar en la reflexión, aprender a liberarnos (parcialmente) de la esclavitud de lo mundano,

a generar el mejor encuentro de cada uno de nosotros con su pensamiento puro, ese que busca incansablemente la dignidad de Ser y evita la manipulación de la sociedad y las costumbres ociosas de una cultura consumista.

Entonces, reclinarse a la vera del sendero de los sueños es abrir el camino a la luz, alzar el vuelo hacia el desapego y sentir la esperanza del placer de ser auténtico: llegar a la soberanía individual.

De manera que el centro de todo es el pensamiento y el hallazgo de la majestad serena que da origen a la prudencia, porque la vida es una misión seria, a la cual ha de corresponderse con la decisión de construir un entorno valioso, retroalimentarse de los errores y amar las leyes personales, las del corazón, con la sensatez suficiente para esperar la ansiada estabilidad y la lucidez bondadosa que madruga y se anticipa a quienes la intuyen.

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