Estamos en la semana crucial de la justa electoral del próximo domingo 25 de octubre, certamen electoral donde también se libra imperceptiblemente otro pulso, y con ribetes nacionales: en un lado de la mesa está el santismo, esto es, el gobierno nacional, y al otro extremo, el uribismo, representado por los candidatos del Centro Democrático y su guía, Álvaro Uribe Vélez.
El primero, promotor de los diálogos de La Habana; el segundo, el expresidente Uribe, no es opositor -como lo quieren presentar- sino receloso vigilante de que en los diálogos habaneros se cumplan las normas internacionales aplicables en este tipo de negociación, por lo que el hoy senador Uribe duerme como los delfines: con un ojo abierto y el otro cerrado, y esto significa “que hay guardián en la heredad”.
El afán del gobierno nacional –léase santismo-, en el sentido de asegurar el mayor número de alcaldías, gobernaciones y curules en las Asambleas y Concejos, es para asegurar la etapa de transición entre el estado de cosas actual y el posconflicto, si se firma el documento definitivo en La Habana entre el Gobierno y las Farc.
No olvidemos que los Acuerdos de La Habana serán refrendados y el presidente Santos tiene que asegurar mayorías porque, como dijera Miguel Antonio Caro en célebre ocasión, “no podemos celebrar concilios católicos con cardenales protestantes”.
En realidad este es un interés en la cima del poder, porque en la llanura, en la provincia colombiana, cada quien está por lo suyo, por salir victorioso en su justa aspiración.
Ahora bien, y aterrizando en la ciudad, quienes conocimos el Concejo de Cúcuta en los albores de la última década del siglo XX, podemos hablar con propiedad sobre la calidad de sus integrantes y el protagonismo de la corporación: Edgar Rochel Marín, Carlos Luis Dávila Rosas, Hernando Ross Pérez, Juan Manuel Corzo Román, Carlos Arturo Andrade Fajardo, Rafael Villamizar Ríos, Albino García Fernández, entre otros. Algunos llegaron a ser figuras políticas nacionales y otros aseguraron su área de influencia en la región o la ciudad. Ese ascendiente de la corporación se ha ido diluyendo y desaparecieron los grandes debates de los que fue pionero aquel Concejo. Ahora queremos un Concejo que sea protagonista.
Yo soy afecto a aquellos candidatos que conocen minuciosamente materias como la hacienda pública, derecho tributario y derecho presupuestal, porque son los llamados a defender al contribuyente inerme de las arremetidas del gobierno nacional y la administración municipal por imponernos -en esta época de escasez, penuria y carestía- cargas tributarias difíciles de satisfacer, como el indiscriminado y confiscatorio aumento del predial.
Por ello, invito a los cucuteños a votar por Carlos Arturo Andrade Fajardo, el candidato al Concejo que tiene “experiencia” en temas de la ciudad y “compromiso” no solo con sus electores, sino con la ciudad entera, marcando: AICO – 19; y, para la Alcaldía, recuerdo que desde mucho antes de ser candidato, Carlos Luna habló del monstruoso aumento del predial y otras “cositas” en algunos recibos de servicios públicos, a los que le meterá la mano con “soluciones reales” para aliviarle la carga a una sociedad desamparada, llámese empresario o simple ciudadano. Por ellos votaré.
