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Sarna con gusto no pica

La sarna no hace discriminaciones de ninguna clase.

La noticia me dejó atortolado. Lo leí en el periódico y lo escuché en la radio: Hay sarna en Cúcuta. Sarna en los humanos. Y, a no ser que se trate de una noticia perniciosa, el asunto es demasiado grave por las implicaciones que la cosa trae.

En primer lugar, se dice que la sarna es contagiosa, lo que quiere decir que a un sarnoso no se le puede dar ni el saludo, mucho menos darle la mano o el brazo. Lo mejor es sacarles el cuerpo o cogerlos a piedra, como hacían en la antigüedad con los leprosos.

En segundo lugar, la sarna no hace discriminaciones de ninguna clase. Tan sarnoso puede ser un pobre como un rico, un hombre o una mujer, un político o un desempleado.

Y en tercer lugar, la sarna es una enfermedad vergonzosa. Y puede picar en una parte visible, la cara o un brazo, por ejemplo, como en una parte secreta. Sin ejemplos.

Al sarnoso se le conoce desde lejos. Vive buscando las esquinas de las paredes para rascarse la espalda, o algún árbol, o las varillas metálicas que sostienen los avisos de pare o de parqueo prohibido. En este sentido puede decirse que las tales varillas sirven para algo,  porque la verdad es que el aviso que sostienen, todo el mundo se lo pasa por la faja. Nadie cumple lo que allí se ordena o se prohíbe.  Así, por lo menos, las varillas sirven de rascadero, y eso ya es mucho decir.

Hay quienes llevan en la mano un palito o una mano de plástico con un mango, que la introducen por dentro de la camisa, espalda abajo, buscando satisfacer la picazón. Llevar un paraguas también puede servir para dichos menesteres. Pero eso no significa que todo el que lleve  paraguas es un sarnoso.

Los casados tenemos otra ventaja. “Mija, rásqueme aquí”, le dice uno a la mujer, poniéndole la espalda. Y ella, solícita, accede a la petición. A la novia, o a la amiga o a la compañera de trabajo no se le puede pedir una rascadita.

Se creía que la sarna era propia de los animales. La perrilla, de José Manuel Marroquín, lo dice en alguna de sus estrofas: “Era una perra sarnosa, digo mal/era una sarna perrosa, en figura de animal”. Pero, según la noticia que comento, hombres y mujeres también están propensos a adquirirla. 

“Los burros se buscan para rascarse”, dice el refrán, y uno no sabe si se refiere en verdad a los burros o a los humanos con sarna. 

En mi casa tenemos una noticia triste en relación con la sarna. Lulú, nuestra gata, quedó embarazada, una noche de luna llena y de tejados. Tuvo las crías, pero un gato sarnoso de la calle contagió a los animalitos. Y todos murieron. Los enterramos en el patio de la casa, entre lágrimas y maullidos, digo suspiros, de dolor.

Cuando alguien cansa mucho, le dicen que cansa más que la sarna. Y esos sarnosos sí que abundan.

Vuelvo a lo de Cúcuta. ¿Quién nos trajo la sarna? ¿Los venecos, perdón, los venezolanos, que nos invaden por montones? ¿O los chinos de la China, o los turcos ilegales?

¿O es una sarna criolla, muy nuestra y sólo nuestra?

Sea lo que sea y viniere de donde viniere, la verdad es que estoy preocupado. Andaré pendiente de ver quién se rasca y de quién se mete la mano con disimulo en la pretina del pantalón, para cambiar de acera.

Aun cuando, viéndolo bien, parece que hay cierta sarna que no pica o no causa tanto escozor. Al contrario, produce una rasquiñita que gusta y es placentera. A ella se refiere el refrán cuando dice que sarna con gusto no pica y si pica no mortifica. O sea que hay sarnas buenas, y sarnosos y sarnosas que gustan. Y si esa persona nos gusta, aun cuando sea con sarna. ¡Qué carajos!

Jueves, 16 de Febrero de 2017
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