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Lo negativo: Uno recorre la calle sin darse cuenta; la prisa no lo deja ver, ahora, nada más que el presuroso afán de llegar -a veces a no se sabe dónde-.
Domingo, 26 de Julio de 2015

Lo negativo: Uno recorre la calle sin darse cuenta; la prisa no lo deja ver, ahora, nada más que el presuroso afán de llegar -a veces a no se sabe dónde-. Pero resulta que por esa misma calle transita gente miserable, derrotada por la vida: caminan la pobreza, la desesperanza, la miseria humana, no sólo física, sino íntima, en los niños y jóvenes que se entregan al vicio y la prostitución, en los adultos y los viejos rumiando la cansada consecuencia del tiempo, caminan las secuelas del mal pisoteando los derechos humanos.

En cambio la moda, la vanidad, la prepotencia y los antivalores, adquieren solidez, en una demostración de abundancia tan desequilibrada que abruma, en una falta de consciencia total que se refleja en la rica (pero pobre) fachada que hay que mostrar para ser de sociedad.

Lo que se ve en las calles es el símbolo de la pobreza moral, producto de la descomposición de todo, de los valores, de las costumbres buenas, de la cualidad gregaria de tolerar y ser amables, en fin, de esa cesión de los derechos a una minoría política incapaz, pero dirigente y poderosa, que decide por los demás, a la cual cedimos la propia responsabilidad por la conveniencia de no realizar ningún esfuerzo.

Lo positivo: La solución está en el compromiso de todos, de las autoridades, de la iglesia que era importante antes, con curas sabios y juiciosos, de sotana (no tenían zapaticos de colores), que irradiaban fe y eran modelo, con maestros, con la gente justa trabajando unida para superar la injusticia con aprecio y solidaridad. Y de la empresa privada proyectando algo de sus enormes rendimientos para ayudar a quienes pocas oportunidades tienen, de las fuerzas militares y de policía, siendo honestas y gentiles, de todos los segmentos sociales procurando liberarnos de ese fardo de indiferencia -o cobardía- que llevamos a las espaldas (incluido yo, obviamente).

Uno debe recordar, siempre, que no es más por las alabanzas ni menos por las patanerías, que debe ser humilde, que debe sentar su propia cabeza y, además, darse en la medida que pueda servir a los otros, utilizar el potencial que posee. Porque el mundo cambia y hay un viceversa en todo.

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