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Paradoja siniestra

Lo paradójico es que Venezuela, con una renta petrolera de tanta magnitud, no tenga el mejor modelo económico en América Latina.

Venezuela es un país con muy altas posibilidades de generación de condiciones de bienestar para su pueblo. La suya podría ser una sociedad de plenas satisfacciones en todo, con un desarrollo cultural de fortalecimiento del talento humano y de la expresión de la inteligencia de su gente en creaciones y emprendimientos de interés general. La riqueza de sus recursos naturales es una mina que puede dar para mucho.

Con tan promisorias perspectivas, que no son utopías desencajadas sino realidades probadas, Venezuela no consolida un rumbo político ni un sistema económico de estabilidad. De traspiés en traspiés ha agotado en diferentes etapas las utilidades provenientes de la bonanza petrolera y se ha enredado en ensayos improvisados y, claro está, sin consistencia.

Cuando se dio el salto de la dictadura a la democracia, tras la caída del militar Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, se creyó que los desvíos habían quedado sepultados para siempre o que no habría repetición de los pasos perdidos. Sin embargo, siempre salta la liebre donde menos se espera. Los gobiernos que siguieron al régimen depuesto también fueron dejando rendijas o cabos sueltos que finalmente hicieron posible intentos de cuartelazos y en últimas la llegada al poder de un movimiento de rebeldías represadas y mezclas de militarismo y algo del pensamiento bolivariano, adobado con izquierdismo bajo el mote de “Socialismo siglo XXI”. Hugo Chávez Frías, formado en las filas  de las Fuerzas Armadas de su país, conspiró contra el presidente Carlos Andrés Pérez en 1992, pero no le alcanzó la pólvora para derrocarlo, lo cual no le impide persistir en su empeño de llegar al poder y lo logra por la vía electoral, con legitimidad institucional. Así se abre la nueva era, prolongada con el mandato del presid
ente Nicolás Maduro, heredero de Chávez, con la radicalización a que lo lleva su propia visión del poder, otra pócima política variopinta por la concurrencia de migajas ideológicas, de izquierda, de derecha, de centro y hasta de inspiración esotérica y espiritista.

Lo paradójico es que Venezuela, con una renta petrolera de tanta magnitud, no tenga el mejor modelo económico en América Latina y que su aparato productivo haya caído en las encrucijadas que hoy registra, recargado de inflación, desvalorización de su moneda, deudas, déficit crónico, desabastecimiento y pobreza extrema. El asistencialismo con que el Gobierno busca mitigar las necesidades insatisfechas, no pasa de ser un insuficiente paliativo para un mal de gravedad inocultable.

A ese estado de cosas se agrega una situación política preocupante por el recorte de las garantías al ejercicio político de la oposición. Cuando los derechos y las libertades se sustituyen por la represión, arrecia la inconformidad contra el asomo de la arbitrariedad.

Todo eso es la paradoja siniestra, que lleva la frustración colectiva.

Una revolución no es la aplicación de la fuerza contra el más débil, ni una retahíla de promesas inciertas. No es cerrar caminos, ni populismo xenófobo. Revolución es igualdad y hacer efectiva la dignidad del ser humano.

Puntada

El desastre de Mocoa no fue un hecho fortuito. Había señales de ese riesgo y nada se hizo para prevenirlo. Queda allí una lección que debe llevar a que se tomen las medidas de contención ante amenazas inminentes. De lo contario se seguirán padeciendo golpes tan atroces, con pérdida de vidas humanas,  sufrimientos y desolación de los sobrevivientes, más la destrucción de bienes. Como se está padeciendo con la avalancha consumada.

Sábado, 8 de Abril de 2017
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