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Los duendes se fueron
Era un susurro musical del viento, esencia de su patrimonio, que ascendía y descendía en los días maravillosos en que no pasaba nada.
Domingo, 12 de Febrero de 2017

La sonrisa de Cúcuta era tan azul, que parecía una esquela luminosa que contaba el romance de las nubes con una aldea de abajo, con su ancestro provincial acunado en un sol estampado en árboles y calles rumorosas, sencillas, dibujada en el alma de parroquianos admirablemente simples, afectuosos, prestos a crecer en la hondura de su propia esperanza. 

Era un susurro musical del viento, esencia de su patrimonio, que ascendía y descendía en los días maravillosos en que no pasaba nada. Era cualquier tarde deliciosa, rutinaria, que arrullaba las mecedoras en las que se sentaban los cucuteños a conversar en los antejardines, verdes de prados, sin rejas, regados con manguera, sutiles, adornados con exoras y sembrados de sueños. Era un canto de la brisa de un río que trinaba en los pájaros, que se podía pasar a pie, o en canoa, que se abundaba de vez en cuando y se metía en las casas a relatar a las glorietas su nostalgia y los secretos de los duendes que, aún, existían.

Era una noche sublime que nacía del fresco vespertino y entraba por las ventanas, sigilosa, para proteger los niños que dormían inocentes, las matas, los patios y el amor de los mayores, comprometidos en cultivar la tradición y los valores bonitos.

Era un juego de trompo, o de runcho, o de carritos de madera tirados por un cordel, u otro invento de aquella creatividad virtuosa, e infantil, que provenía de una estrella de niñez que se alimentaba de ternura.

Era un plato de mute caliente, de pasteles o de morcillas,  con agua de panela, sin nombres extraños ni costumbres imitadas, con cubiertos de palo sin otra elegancia que el sabor innato de su cultura natural. Y era un séquito de mujeres hermosas, naturales, vestidas de linos de colores y hebillas sonrojadas de timidez en el cabello, o, sublimes en las trenzas tejidas de añoranza. Ahora ¡Ya no es!: sus duendes tutelares desparecieron en la luz lejana que se advierte en el horizonte.

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