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La hoguera de las vanidades

Honestamente pensamos que lo acordado en Justicia superaba la impunidad.

En todo este proceso del plebiscito que acaba de morir el 2 de octubre estoy seguro que entre los que votaron SI muchos lo hicieron porque en realidad creían que era el mejor Acuerdo posible, y los que votamos NO lo hicimos convencidos de lo contrario, no por ser enemigos de una paz negociada, sino porque honestamente pensamos que lo acordado en Justicia superaba la impunidad y violaba la Constitución y los tratados internacionales suscritos. Sin embargo, después del resultado de la vitoria estrecha del NO, a los verdaderos protagonistas del debate poco les importaba las opiniones de nosotros, los ciudadanos de uno y otro espectro de la dialéctica política, y los verdaderos receptores de las consecuencias que acarrea el resultado.

Santos es un presidente vanidoso, arrogante, apostador y miope para leer el alma de sus gobernados, y en eso lo secundan a la perfección los principales aduladores y receptores de la abundante chequera oficial, los miembros de los desgastados partidos de la Unidad Nacional en cabeza del “glorioso partido Liberal”. Y ahí tiene su resultado catastrófico para su pacto de paz, y por supuesto para su gobernabilidad y su pretenciosa manera de echar por la calle del medio sin tener en cuenta a la mitad de sus ciudadanos. Más que lamentar que el Acuerdo  no fuera aprobado por el pueblo, debe estar lamentando la foto que no fue como salvador de Colombia, el Nobel que se le embolató por ahora y la sensación de haber podido aplastar a su principal contendor en todo desde que asumió la presidencia, el otrora mejor amigo, el ex presidente Uribe.

Porque a eso se limita ahora la vida de los colombianos, a esta pelea de grandes egos, de vanidosos, de caudillos irreconciliables, Uribe no se queda atrás en este cuento, sus posturas tuvieron eco en esa mitad que voto NO, pero no por las verdaderas razones, sino porque encarna ese odio a Santos, esa aversión que muestran muchos compatriotas por parecernos a Venezuela, aunque esa posibilidad era remota, buena parte de lo acordado habría esa posibilidad y el miedo a ver a Colombia sumida en el socialismo del siglo XXI, esa imagen aterradora logró superar al SI con la mínima diferencia.

Y resulta que la paz no es ni de Santos ni de Uribe, es de todos los colombianos, y ahí están incluidas como no, las FARC. En el medio de esta balanza frágil, ellos en sí mismos no son garantía de nada, aun perdiendo el plebiscito que estaban seguros de ganar, su arrogancia no cambia, su actitud tardía de arrepentimiento, de invocar el perdón de sus víctimas no ha sido autentico, no ha salido del corazón, y no les alcanzó para convencer a los colombianos en la recta final. Juraban que después de la pomposa ceremonia de firma con comunidad internacional a bordo, esto no tenía marcha atrás. Vanidad terrible pecado.

Ni hablar de la ONU, OEA, Obama, Comunidad Europea, el Papa, el perro, el gato. Todos unos vanidosos igual de inconscientes, este Acuerdo era perfecto para todos ellos, por supuesto, perfecto para nuestras victimas de segunda, ellos no merecen respeto ni misericordia. Como me gustaría ver en Francia, en Noruega, en Inglaterra a responsables de crímenes de lesa humanidad en sus parlamentos. Si como no. Eso queda bien y no se ve mal en la Banana Republica colombiana. Que respondan también con su mea culpa, y no culpen a la “ignorancia” del pueblo colombiano.

Viernes, 7 de Octubre de 2016
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