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La cuestión animal: un debate en desarrollo

El debate es muy complejo y es más de estirpe filosófico que ideológico o político.

Uno de los temas más interesantes en la filosofía actual es el que tiene que ver con las concepciones o aproximaciones morales respecto de los animales. En efecto, en Colombia en los últimos años se han logrado avances importantes en materia jurídica en lo que se refiere al respeto, protección y dignidad de estos seres, los cuales han sido inspirados por distintas vertientes filosófico-morales como son las utilitaristas y las deontológicas.

Desde los ochentas cuando el Congreso de la República de forma tímida expidió el Estatuto Nacional de protección de los Animales (Ley 84 de 1989) se han logrado algunos avances en la protección de estos; pasando por la Ley 1774 de 2016 la cual transformó la concepción de los animales de cosa a la de seres sintientes; hasta llegar a las conquistas que se han dado en el seno de la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana en lo que respecta a la prohibición de cualquier forma de maltrato o violencia contra los animales en el futuro cercano, incluyendo las manifestaciones culturales como son: las corridas de toros, el coleo, las novilladas, las corralejas, etcétera.

Sin embargo, la discusión no se zanja allí. El debate es muy complejo y es más de estirpe filosófico que ideológico o político. Son muchas las preguntas que deben hacerse a efectos de darle mayor altura intelectual: ¿tienen derechos los animales?; ¿es posible admitir a los animales en la comunidad moral?, si la respuesta es positiva ¿podría hablarse de seres morales con derechos sin la necesaria correlación de obligaciones en cabeza de estos?; ¿se deben proteger a los animales sin consideración al grado de sufrimiento que puedan anticipar o desarrollar?; ¿los animales padecen dolor o sufrimiento?; ¿de qué otra manera se pueden fundamentar los derechos de los animales?; ¿es moralmente correcto la experimentación con animales con fines farmacéuticos o el uso de aquellos para espectáculos humanos culturales que ocasionan dolor o sufrimiento innecesario?; ¿estaremos frente al dilema antropocentrismo versus ecocentrismo?

Lo anterior se vislumbra mejor con esta historia: “en el mundo antiguo no había consenso respecto a si los animales pensaban o razonaban. Sin embargo, la discusión más interesante giraba en torno al perro de Crisipo, un filósofo estoico del siglo III a.C. Se trata de la historia de un perro de caza que persigue a su presa y llega a un cruce de tres caminos; tras perder el rastro en los dos primeros caminos, el perro toma el tercero sin mayor investigación, asumiendo supuestamente el silogismo <<A o B o C: ni A ni B; entonces C>>”. De esta historia surge el interrogante de si se deben proteger los animales ¿por pensar o no pensar, por razonar o no razonar, por hablar o no hablar?

En ese sentido, Ludwig Wittgenstein filósofo del siglo XX afirmaba “A veces se dice que los animales no hablan porque carecen de la capacidad mental para hacerlo. Esto significa: “no piensan por eso no hablan”. Pero simplemente no hablan. O mejor aún: no usan el lenguaje, exceptuando las formas más primitivas de lenguaje”. 

El debate sigue latente y es mucho lo pendiente por discutir y conquistar en términos normativos y materiales respecto a la cuestión animal. Por ello cualquier esfuerzo por al menos establecer una frontera conceptual en lo que se refiere a las especies de animales que puedan considerarse seres sintientes, como serían los vertebrados, con sistemas nerviosos y cerebrales “avanzados” significará un logro importante para la protección del Medio Ambiente como Derecho Humano esencial para el desarrollo de los seres humanos.

Miércoles, 15 de Marzo de 2017
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