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Escuela de infractores

El problema debe observarse desde el mal ejemplo que dan los padres de familia.

El jueves de la semana que pasó, La Opinión publicó una interesante nota titulada; “80% de accidentes de tránsito en Cúcuta incluye a motorizados”. En la misma, el periodista recoge apreciaciones del Oficial de la Policía Nacional, responsable de la parte operativa de la Secretaría de Tránsito y de un médico que dirige la unidad de cuidados intensivos de una prestante clínica de la ciudad. 

Sus conceptos y estadísticas además de ser un valioso aporte social, merecen un juicioso análisis por parte de los actores de la movilidad, representados en las autoridades de tránsito, salud, cultura y por supuesto, el delegado del gremio que agrupa a los motociclistas. 

El problema debe observarse desde el mal ejemplo que dan los padres de familia cuando llevan como parrilleros a sus hijos menores, cometiendo todo tipo de imprudencias y violando las normas de tránsito. Además, esos menores son testigos de las múltiples mentiras que dichos conductores ofrecen a la autoridad de tránsito y en ocasiones, de los prohibidos ofrecimientos monetarios a los uniformados cuando son sorprendidos sin portar los documentos de ley. Para muchos de ellos, lograr cambiar un comparendo por una dádiva, es un disfrazado éxito que en la mayoría de los casos comparten en familia como una gran proeza.

También están los infractores, que no logran convencer con ofrecimientos económicos a la autoridad de tránsito, cuando se les aplica un comparendo y es ahí cuando se van lanza en ristre contra la Policía Nacional en lugar de reconocer que se puso en riesgo la vida de un menor.

Como complemento, está el personal de nuestra querida institución (Policía Nacional) que no pertenece al grupo operativo de tránsito y que decide montar operativos sin que medie señalización alguna. Esos son realmente la mancha negra de la citada institución porque además de atemorizar a los conductores de motocicleta, ignoran que en el lugar escogido para el “operativo” transitan delincuentes cuya apariencia y actitud, deben ser objeto de requisa. 

Finalmente, se tiene el grupo de padres de familia que lleva a sus hijos al malecón, exactamente en el sitio donde un ciudadano alquila diminutas motocicletas que funcionan con batería. Es muy evidente la felicidad del menor y del representante al observar la destreza con la cual un niño conduce este tipo de juguetes, aspecto que conlleva a que en muy pocos años, ese mismo niño adquiera una motocicleta con el argumento erróneo que desde muy pequeño, aprendió a conducir.

Lo anteriormente expuesto, nos lleva a concluir que existe a la sombra una escuela de infractores, cuyos maestros son los conductores de motocicleta que transportan a sus hijos violando las normas de tránsito e infundiendo la cultura del soborno, los padres de familia que inducen al uso de dicho vehículo desde muy temprana edad y son los mismos actores que alimentan las estadísticas de accidentalidad en nuestra ciudad.   

Domingo, 26 de Marzo de 2017
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