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En defensa de la democracia liberal

Lo que sucede en Venezuela por ejemplo evidenciaría que aún los modelos tiránicos se imponen en muchos lugares. 

Desde hacía tiempo no se evidenciaba una amenaza tan latente contra la democracia liberal. Los sucesos tanto de orden nacional como internacional así lo muestran. Por democracia liberal o constitucional entiéndase aquel sistema de gobierno donde se garantizan como pre-condición unos derechos básicos a las personas –¿cuáles? - y se limita el poder a través de una Constitución.

El edificio constitucional garantizaría el equilibrio institucional en el ejercicio del poder y sobre todo la limitación permanente del mismo. Cada sociedad tiene su propia dinámica política, pero al menos en términos conceptuales las dos características antes señaladas representarían la esencia de la democracia liberal.

En el plano internacional fenómenos histórico-políticos como la llegada de la ultraderecha norteamericana de Trump, la Rusia de Putin, la situación inestable del Medio Oriente –el conflicto armado sirio, la radicalización del régimen de Corea del Norte y la situación política actual en Venezuela, llevarían a pensar sobre el posible fracaso o amenaza permanente contra el escenario democrático.

A finales del siglo XX Francis Fukuyama planteaba la existencia de dos poderosas fuerzas en la historia de la humanidad las cuales según él constituían el “motor mismo de la Historia”: la lógica de la ciencia moderna y la lucha por el reconocimiento. Según este pensador ambas fuerzas llevarían a un derrumbe final de “las tiranías, tanto de derechas como de izquierdas”. Así también llevarían a que sociedades socialmente diversas creasen con el tiempo democracias capitalistas liberales como “último estadio del proceso histórico”.

Las famosas preguntas que formulaba Fukuyama eran si ¿podían la libertad y la igualdad, tanto políticas como económicas producir una sociedad estable en la que se pudiese decir por fin que el hombre se encuentra totalmente satisfecho?, ¿este modelo de sociedad produciría el “último hombre de la Historia”?, ¿garantizaría este modelo político armonía, inclusión, estabilidad, convivencia, multiculturalidad y reconocimiento?

Por ahora, puede decirse que son muchos los retos políticos e históricos que aún tiene que asumir la democracia liberal para que la tesis de Fukuyama lleve a pensar que se está frente al “fin de la historia y el último hombre”.

Lo que sucede en Venezuela por ejemplo evidenciaría que aún los modelos tiránicos se imponen en muchos lugares. Un presidente que maneja la mayoría de órganos del poder público, que persigue a la “oposición”, que orquesta maniobras institucionales a través del Tribunal Supremo de Justicia para “usurpar” funciones a la Asamblea Legislativa –de mayoría opositora- es plena prueba de que “la lucha por el reconocimiento” en este país aún tiene mucho por lograr.

Por otra parte, en Colombia fuerzas de ultraderecha y de izquierda radical amparadas en supuestos postulados de la “democracia liberal” han manifestado su intención de derogar avances importantes en el proceso de consolidación democrática en este Estado. ¿O es que acaso puede entenderse de otra forma que algunos sectores “legales” allí vean como una amenaza la finalización de un conflicto de más de 50 años con una guerrilla sanguinaria?, ¿o que otros sectores de este país critiquen el derecho a la resistencia que una gran parte del pueblo venezolano ha estado tratando de ejercer frente a un régimen tiránico y desquiciado como el de Maduro?

Por ahora la única solución es la defensa de una democracia liberal abierta, donde se reconozca la diferencia, el “otro”, y donde se garanticen derechos básicos como pre-condiciones a la existencia de la propia democracia y con ello un sistema institucionalizado con limitación y alternancia del poder público.

Martes, 25 de Abril de 2017
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