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Decepciones y burlas
¿Con qué coraje los hijos le podrán mentir, engañar y burlar a sus padres, valiéndose de su ingenuidad, confianza y cariño?
Miércoles, 26 de Octubre de 2016

No es el primer caso que ocurre con los papás de los jóvenes que se van a estudiar a otras ciudades. Durante los cinco años que dura una carrera, de manera normal, las mensualidades llegan de forma puntual, y los giros alcanzan para pagar el arriendo, lavado y planchado de ropa, y por supuesto la alimentación, màs otros pesitos que sirven para unos  helados y hasta unas cervezas .

Cuando los progenitores calculan que se acerca el día del grado, los esfuerzos económicos se incrementan para la compra del vestido y para celebrar el gran triunfo.

Con orgullo le anuncian a familiares y amigos que tendrán un profesional en el hogar. Sin embargo, los aplazamientos paulatinos del esperado día, alimentan las dudas y suspicacias, hasta que los frustrados graduandos confiesan su pecado y ellos reciben la puñalada certera que nubla sus cerebros y que destrozan sus sentimientos.

No es el primer caso, como este hay muchos y quien sabe cuántos faltarán. El dinero que guardan, peso a peso , para que sus muchachos  sean abogados, ingenieros, médicos y quien sabe que otros profesionales, de una manera despiadada se gasta en parrandas, droga y otras frivolidades.

¿Con qué coraje los hijos le podrán mentir, engañar y burlar a sus padres, valiéndose de su ingenuidad, confianza y cariño?. Muchos de los papás ,escasamente saben leer y escribir , y cómo diablos les van a exigir que les muestren las calificaciones, semestre por semestre.

Cuántos se endeudan para cumplir con el dinero de las matrículas y la mensualidad, y en varias ocasiones los supuestos universitarios no se matriculan y aparentan que asisten  cumplidamente a las clases.

El comportamiento sospechoso de los hijos obligan a que ellos se dirijan a la universidad a peguntar sobre el rendimiento académico y la posible fecha de la graduación y a cambio reciben la decepción más grande de sus vidas, al enterarse de  que ni siquiera están matriculados.

Como lo han manifestado los allegados a las víctimas de tan terribles frustraciones, más que un delito, es un terrible pecado y un daño irreparable.

¿Cómo podrán darle la cara a sus viejos luego de semejante cochinada. Cómo podrán regresar a sus pueblos con las manos vacías y someterse al escarnio público?

Los sueños de tener un hijo profesional, con la posibilidad de que no tengan que pasar por lo que les tocó a sus papás, de trabajar como jornaleros , de abstenerse de lo básico en sus hogares para mandarle a sus hijos lo necesario, se diluyen en medio de la tristeza y desesperación.

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