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¡Abajo las armas!

La etapa que se va a iniciar, a partir de la dejación de las armas, tiene que darle a la política un aire que la limpie de impurezas.

La dejación de las armas por parte de las Farc  ya no es una posibilidad remota  y hoy puede decirse que es un hecho inminente como resultado de los diálogos de paz de La Habana. Lo expresado por Rodrigo Londoño (‘Timochenko’) en la entrevista de la revista Semana (edición 1761, 31 de enero al 7 de febrero de 2016) alienta esa perspectiva. Lo dice en términos de clara afirmación: “Vamos a hacer política sin armas. Tenemos la Plataforma Bolivariana por la nueva Colombia, tenemos ahí unas columnas vertebrales frente al imaginario de lo que debería ser Colombia. Pero una cosa es lo que debería ser y otra la que puede ser. Y en eso tenemos que ser realistas. Vamos a entrar en un escenario político donde lo fundamental es hacer lograr confluir el mayor número de fuerzas posibles para garantizar el cumplimiento de los acuerdos. Todo es integral: el tema agrario, la participación política, la justicia especial, la dejación de armas, la vinculación a la vida civil, económica y política de las Farc”. Y agrega este planteamiento: “Nosotros nunca hemos dicho que estamos en contra de la propiedad privada. Nosotros de lo que estamos en contra es de la sobreexplotación de la gente, estamos en contra de la inequidad tan grande que hay en la distribución de la riqueza en Colombia, de que somos uno de los países más inequitativos del mundo, más corruptos del mundo y donde hay mayor impunidad. Si logramos entrar a superar esos elementos, podemos entre todos construir una Colombia más amable”. Son palabras de un revolucionario, que parece estar curado de utopías dogmáticas y de extremismos enrevesados.

Pasar del escenario de la confrontación armada al del ejercicio del pensamiento libre, sin temor a que las diferencias sean motivo de violencia entre los contrarios, es salir del oscurantismo que incita al crimen o a la persecución punitiva. Pero esta otra vía debe también generar una dinámica de cambio que  represente la abolición de todas las formas de exclusión. Es la construcción de la democracia con la mayor vitalidad, para que deje de ser espejismo del que se ufanan los defensores del sistema viciado, o el modelo que preserva desigualdades y privilegios en detrimento de los derechos fundamentales.El llamado posconflicto debe dar paso a una nueva sociedad, en la cual predomine la igualdad de oportunidades para el mejor aprovechamiento del talento humano de la nación y hacer del ejercicio político una corriente generadora de bienestar y no un tráfico de intereses tramposos marcados por la desfachatez.

La etapa que se va a iniciar, a partir de la dejación de las armas, tiene que darle a la política un aire que la limpie de impurezas y promueva una relación de activa participación del ciudadano con el Estado o la función pública, contraria a la ficción que hoy predomina. Es la erradicación del recurrente abuso del poder y de los fraudes electorales, entre otras taras. Sería hacer realidad la poética sentencia de Walt Whitman, según la cual, “Cuando el mundo sea libre la política será una canción”.

Puntada

En Cúcuta, el alcalde y su equipo de colaboradores; los concejales, los representantes de los diferentes sectores  y en especial los de las universidades, están obligados a demostrar con sus actos que tienen idoneidad para ejercer sus cargos. Aciertan o pondrán en evidencia su incompetencia y de ser así tendrán mala calificación. Es una prueba que no admite escape.

Sábado, 6 de Febrero de 2016
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